El caudillo y el guerrillero.

 Escrito por Miguel Ángel Sánchez Huerta
Dos figuras encontradas entre 100 Años de revolución  

   Figuras importantísimas dentro de la memoria y el espíritu subversivo, miradas distantes y representativas de los pueblos pensantes que ubicadas en dos épocas se encuentran y se identifican por sus bases beligerantes.

         

 Las figuras del caudillo y el guerrillero son tan parecidas y a la vez tan diferentes que podríamos no encontrar nada en común al solo mirar cómo se presenta una a  una las letras que conforma cada palabra, sin embargo el representante de cada una de estas en su tiempo comparte el ideal alimentado por el espíritu revolucionario y contestatario, uno desde la acción el otro desde la inspiración.

Uno no puede ser sin el otro  pues están conectados por un hilo conductor de grueso calibre, ambos tienen que pasar por el camino del otro, el caudillo está legitimado, consagrado por sus hazañas añejas, es el que vivió por los ideales y en muchos casos murió boca abajo por la vía del tiro de gracia, es el que no solo se representa a sí mismo, es el que con su sombra abriga no solo a los que compartieron su época, sino además a los que son herederos de esta.

El caudillo no puede separarse del guerrillero porque antes de subirse al pedestal tuvo que ser como es el guerrillero  y este por su parte es la realidad palpable y aunque lucha muchas veces desde la utopía, representa ese punto donde el hombre busca hacer valer su condición desde la acción.

En estas dos figuras encontramos el circulo donde se besa la vida con la muerte y en caso extremo la muerte consigo misma, pues uno ya está muerto y el otro morirá por sus ideales, los cuales nacen de alguien que alcanza las características de mártir, el otro parte de aquel relicario de ideas, se roza diario con la muerte y llega a ella la mayoría de la veces sin ver alcanzado el fin de su lucha.

Caudillo y guerrillero están separados por la definición que cada uno tiene respecto a su época, el primero usado para definir al insurgente antaño que incluso puso las bases de un modus vivendi muchas veces maniatado y poco respetado, el segundo nacido en la contemporaneidad y revestido de un bloque para muchos caduco, plagado de ideas de color rojo y basadas en la búsqueda de un nuevo orden social, y que sin embargo sigue sobreviviendo gracias a una de sus características más fuertes “la resistencia”.

La relación tan estrecha entre ambos incluso alcanza la paradoja, pues el orden alcanzado por la figura del caudillo es usada por sus herederos ilegítimos que adecuando los logros de este a su conveniencia obligan a los herederos directos (el pueblo) a sublevarse para hacer valer sus ideales, los primeros utilizan todos los medios represivos para acallar a los segundos, el más claro ejemplo de esto lo podemos encontrar en las guerrillas que en distintas partes del mundo y sobre todo en América Latina inconformes con el desarrollo de algunos regímenes que utilizan y siguen utilizando el “orden” logrado por los antiguos héroes los toman también como bandera para organizarse y al contrario de sus opresores revivir los sueños de libertad e igualdad que les son negados, desafortunadamente en la mayoría de los casos las herramientas utilizadas por los opresores cobijados por la  sombra del caudillismo han logrado mantener a filo a la guerrilla, tal es el caso de la guerrilla mexicana nacida en los 70’s y la guerra sucia con la cual se le acallo, o la del Salvador que arrojo una de las más injustas y sangrientas guerras que ha vivido América Latina, la cual sometida con herramientas como las fuerzas armadas y grupos paramilitares llegan a mermar e incluso a desaparecer los ideales de los pueblos en base al terror, palabra utilizada incluso para desprestigiar al mismo guerrillero, como es el caso de Colombia.

Otra herramienta incluso más poderosa que la violencia en contra de un pueblo es la manipulación en la información que en base a organismos de estado como pueden ser los medios informativos al servicio de este, llegan a crear un ambiente que sumado al analfabetismo y conjugado al desinterés por los pueblos marginados de todo el mundo permiten que demos la espalda y seamos apáticos en torno a la realidad que ellos viven y que sin duda nos atañen. Tal vez recuperar esa figura del caudillismo y entender que el espíritu del guerrillero no se desfasa de este al ser dos figuras solamente separadas por el tiempo y el espacio, nos permita apoyados en el conocimiento de estos y sus ideales de lucha, ser pueblos menos hostiles y costumbristas, que si bien de alguna forma somos víctimas del “mal gobierno” a la vez nos convertimos en victimarios de quienes cansados de la injusticia se suman a la lucha e incluso dan la vida en cada uno de los días que la conforman para que esta  mejor.

Posiblemente las armas no sean el camino para algunos, pero esto no quiere decir que no puedan iniciar una lucha desde algún ángulo alterno, para otros quizá sea una pérdida de tiempo en utopías, claro está también que los episodios que nos arroja la historia reciente son lamentables y no todos estamos dispuestos a dar cada uno de nuestros días por una causa e incluso hasta morir por esta, pero, ¿Vivimos conformes con nuestra realidad actual?, ¿En realidad es suficiente sentarnos a esperar que pasa?.

Nosotros tenemos las mejores armas para oponernos al modelo injusto en el que vivimos, estas armas son la búsqueda por la unidad y la de estar informados respecto a lo que nos afecta como pueblo, con estas armas podemos iniciar el cambio, a muchos nos asusta pensar que han pasado años y nada ha cambiado que seguimos viviendo en una realidad donde no pasa nada y que al paso del tiempo solo vemos como los que intentan cambiar al mundo terminan boca abajo y con un tiro en la sien, ¿Pero es justo dejar su lucha inconclusa?

Ya hace un siglo que en México hombres y mujeres valientes se alzaron y dieron su vida en la   Revolución  ¿solo nos queda conmemorarlos cada noviembre?

Quizá debamos recordar que roma no se hizo en un día y sobre todo que tampoco costo un día el que fuera derrotada.


En estos tiempos de injusticia, violencia e incertidumbre habría que pensar si debemos tener reacción o solo quejarnos como lo hacemos día con día.